POBRE, PERO HONRADO.
escribe Ricardo G. Cardinali
Secretario General
Junta Promotora FE LAS FLORES
Ave de pico encorvadoLe tiene al robo afición;
Pero el hombre de razón
No roba jamás un cobre,
Pues no es vergüenza ser pobre
Y es vergüenza ser ladrón .
José Hernández, La Vuelta de Martín Fierro
Cuando se trata de reformar leyes
medulares, complejas y de influencia directa en la vida cotidiana del pueblo,
tales como el Código Civil o el Penal, el más ignorante es, precisamente, el
pueblo a quien va dirigido. Y no puede ser de otra manera, porque son
normativas que no pueden ser explicadas acabadamente en lenguaje vulgar o
periodístico ya que requieren de conocimientos científicos que son propios de
los juristas. Al pueblo sólo le quedará gozar de los beneficios o padecer las
injusticias que deriven de la acción de los juristas.
En los hechos, el pueblo se divide en
dos bandos inconciliables: los que apoyan el proyecto –porque son oficialistas-
y los que lo rechazan, porque son opositores. En este sentido no es válido
decir “yo apoyo la reforma al código penal porque comparto el proyecto
kirchnerista inclusivo y la década ganada, etc. “, pero tampoco el contrario,
que sería “estoy en contra de éstos porque el General los echó de la plaza”(lo
que diría yo si no fuera abogado).
Asi,
me parece importante resaltar la calificada opinión del ministro de la Suprema
Corte Bonaerense, Dr. Héctor Negri ,quien en un reciente reportaje publicado
por Infobae manifestó su perplejidad ante algunas de las novedades del proyecto
de Código: "Nuestro país necesita un código penal nuevo,
construido con prudencia. En este momento, algunas de las propuestas para
reformarlo me han dejado un tanto
perplejo. Como me dejan perplejo, como juez, algunas de las respuestas
actuales. Estamos en una materia muy delicada", sostuvo el magistrado con
más de treinta años de trayectoria en el máximo tribunal provincial. Negri se
refirió además a la disminución del castigo de algunos delitos planteada en la
propuesta coordinada por el juez de la Corte Suprema de Justicia, Eugenio
Zaffaroni, como robo agravado, trata de menores y tráfico de estupefacientes.”
Sí, leyó
bien. El proyecto incluye reducción de penas para el robo agravado, la trata de
menores y el tráfico de drogas. Pero además, elimina la reincidencia con lo
cual un gran porcentaje de actuales condenados con sentencias agravadas por
reincidentes, recobrarían la libertad antes de cumplir con la totalidad de sus
penas.
Usted
dirá que esto va contra el sentido común. Efectivamente, va contra el sentido
común. Y no es accidental que así sea.
Que el
garantismo tenga raíces marxistas no es indiferente, pues por esa causa, la
culpa de todo la tiene la sociedad, no el individuo.
Partiendo
de verdades a medias –no en vano Gilbert Chesterton decía que en el mundo
moderno reinan las virtudes cristianas enloquecidas- como que la pobreza
engendra marginalidad y ésta engendra violencia, concluyen en que la libertad
de decisión del individuo está seriamente condicionada por el medio y de ahí a
desplazar la responsabilidad del autor a la escuela, la familia, el barrio o los
extraterrestres si usted quiere, hay un paso. No lo dicen expresamente, porque
sería demasiado escandaloso, pero la conclusión final de esta teoría no es otra
que “los pobres son delincuentes”.
Así, por
ejemplo, un niño que pierde a su padre a temprana edad, con una familia
numerosa y que debe salir a trabajar y por ello abandona la escuela en cuarto
grado, necesariamente termina con un arma en la mano y de asaltante. En su
“lógica de clases”, los intelectuales del garantismo no conciben que ese niño
opte por filetear pescados, juntar papas o esquilar ovejas…
Pero a
veces, en medio de tanta teoría “académica” la realidad, que es la única
verdad, irrumpe como un volcán en erupción, porque cuando los pueblos pierden
la paciencia, suelen hacer tronar el escarmiento.
Y tronó.
El 22 de
marzo el delincuente Germán Moreyra después de intentar robarle su cartera a
una joven de 21 años que transitaba con su pequeña hija en brazos fue agredido
por los vecinos que le propinaron tal paliza que un par de días después se
murió.
¡Pobre
chico, muerto por una cartera! Los teóricos del garantismo no entienden
semejante enormidad por una simple cartera. Pero robar el salario del obrero es
un pecado que clama al cielo. ¿Qué es más grave, robarle a un pobre cien pesos
o a un rico mil? No es una cartera, es el fruto de su trabajo, su carne y su
sangre, eso roba el ladrón, no una cartera.
Pero los
que viven en su torre de cristal nada saben de carne, sangre y carteras. Y
además tienen plata. Y mucha.
El
aullido de la prensa fue unánime contra la barbarie. Luego se sucedieron otras
golpizas a delincuentes y estalló el horror de los progres contra los
linchamientos. En rigor, sólo se podría llamar “linchamiento” al de Moreyra,
porque los otros están vivos… y la mayoría algo magullados pero libres.
Esta vez
no pudieron usar la bendita cantinela de la “guerra pobres contra pobres”
porque las palizas a los malandras no reconocieron clases sociales. Y porque
gente honesta y delincuentes los hay en todos los estratos de la sociedad. La realidad se les vino encima y es de
esperar, al menos por un tiempo, que el proyecto de código penal quede
durmiendo mansamente en algún cajón.
Al menos
eso sería obedecer al sentido común… claro que éstos son garantistas…
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